viernes, 27 de mayo de 2011

Análisis II

Alguna vez ya escribí acerca de la inmensa satisfacción que genera el hecho de ver un sueño,algo muy querido,deseado,hacerse realidad.Y me pasó que pensando acerca de ello me surgió otra cuestión.
Quizá es porque personalmente mi modelo mental esté influenciado por el paradigma del cine,pero,es que,a diferencia de lo que ocurre en las películas,la vida tiene una gran desventaja:aún en el momento más feliz(que en los films suele ser el final e ir acompañado de lo créditos sobre quién actuó,quien la produjo y demás títulos),en el que quisiéramos congelar y permanecer,por todo lo que nos costó,o por lo que sea,incluso en ese momento decía,la vida tiene la condición de continuar.Y esto es una gran desventaja,porque,cuando termina la peli,uno claramente sale con una sensación de satisfacción,de deber cumplido,incluso de haber cerrado el compartimiento dedicado a esa historia;evento que en la vida tiene un duración efímera,porque el estrato mental que ocupa ese objeto de nuestra felicidad no se puede cerrar,tiene inevitablemente que continuar.Sea lo que fuere que uno llegue a alcanzar,una vez pasado ese momento,por mucho que se quiera,no llegan los créditos,lo que llega es el barro de seguir lidiando día a día con los escollos que se ha vencido para llegar hasta allí,e incluso con otros nuevos y peores,o con satisfacciones mejores,pero igual de efímeras.
Y escribo esta nota por esa ambivalencia que tiene la vida de no poder congelar la fotografía,buscando también una respuesta para mí mismo.Creo que ya he escrito también sobre mi pasión por la nostalgia,y esta condición que trato en estas líneas la potencia,quizá la hace abrazarse con la angustia,porque creo que,como a todos,lo que me desvela es encontrar la fórmula de la felicidad eterna,esa que,con los cachetazos de la vida,vamos aprendiendo que no existe,o no al menos en los términos grandilocuentes que a todos nos gustaría.Es decir,que no hay(al menos no la encontré)la forma de ser feliz cada instante de la vida,es como si ella misma llevara como su marca de fábrica la tristeza,la melancolía,el dolor,la desazón,y tienen el atributo de tener una fuerte persistencia,incluso a veces más fuerte que la de los momentos más gratos.Sin embargo,como dije que escribo buscando para mí una respuesta,creo que la más honesta es entender esta condición inescindible de la vida,aceptar las reglas del juego(no resignarse eh,nada de eso),y jugar con las cartas que vienen.Cómo sería esto:saber que,como las malas van a estar,y es así,aprender a ir buscando las buenas,y disfrutarlas desgarradoramente,incluso en las pequeñeces.La de levantarse a la mañana de la cama respirando,la de un lindo día o la de un día oscuro,las charlas a veces sin sentido,el perfume que le da la vida a ciertos momentos que se nos pasan.Se que corro el riesgo de sonar autoayuda,pero no importa;a medida que pasa la vida creo que es esencial ir abrazándose a la felicidad,porque,por más que sea efímera,y se nos escape,si uno la trata con cariño,va a volver,mientras que si uno la desdeña,y la trata mal,y le endilga su condición de traicionera o anestesiante,lo más probable es que no quiera volver,que no tenga el más mínimo interés en tocar a nuestra puerta,y prefiea venir sólo cuando no le quede otra.
Y si es inevitable,si nunca van a venir los créditos en el momento de ese abrazo que tanto anhelamos,o de ese reconocimiento que esperamos años,o en el momento de ese logro que pensábamos que no se iba a dar,por lo menos,hacer lo posible para que cuando lleguen,en el momento que sea,la foto que acompañe nuestra presentación en esos títulos sea sonriente,acompañados del invisible abrazo de esa esquiva,que tantas veces se cambia de nombre.